Plinio el Joven, Epistolario, 8


   Plinio piensa que la literatura le brinda la oportunidad de conseguir fama y gloria en vida y la inmortalidad de su nombre tras la muerte. Así en 9,14 dirigida a Tácito nos confiesa: si los hombres venideros se interesarán o no por nosotros, no lo sé, pero, sin duda, nosotros merecemos que así sea, no digo ya por nuestro talento, pero sí por nuestra aplicación, por nuestro esfuerzo y por el respeto a la posteridad. Ese deseo de fama es permanente en Plinio, la carta 7,20 dirigida también a su amigo Tácito es clara: recuerdo que, siendo yo joven, cuando tú ya gozabas de amplia reputación y gloria literaria, deseaba seguir tus pasos, ser el más próximo a ti, y así ser considerado, "el más próximo, aunque a un largo trecho", la cita es de Virgilio, así que su modestia es sólo aparente, reconoce la superioridad de su amigo pero se considera superior al resto. Así que, por si no lo tenemos claro: Cada uno tiene su propia idea de la felicidad. Por mi parte, yo considero al hombre más dichoso de todos a aquel que disfruta en vida de una buena y perdurable reputación y que, seguro del juicio de la posteridad, vive rodeado ya de la gloria que le espera tras su muerte... recompensa que consiste en ganar por nuestros méritos la inmortalidad.

   Todo ello motivado tal vez por su consciencia de la fragilidad humana y su preocupación por la muerte, consecuencia de su delicado estado de salud. Esta realidad cotidiana de la presencia de la enfermedad y la muerte a su alrededor, hace que las referencias a ellas sean numerosas en sus cartas, desde el fallecimiento de dos hermanas en 4,21 en sendos partos o la preocupación por la salud de su esposa tras un aborto en 8,10 a la muerte de amigos y conocidos (1,12 o 5,21) aún cuando sea buscada por ellos mismos como en 3,7 ... Ha puesto fin a sus días en su finca dejándose morir de hambre. Lo que lo ha empujado a morir ha sido la enfermedad que padecía... Cansado de los sufrimientos que su mal le causaba, decidió morir y mantuvo su decisión con una constancia inquebrantable, siendo feliz y dichoso hasta el último día. Podremos ver en sus cartas, opiniones que como en ésta coinciden con preceptos de la moral estoica, que aprobaba el suicidio en ciertas circunstancias. Cuando pienso en ello, se apodera de mí un sentimiento de profunda compasión por la caducidad del ser humano... Y puesto que no se nos concede vivir largo tiempo, dejemos tras nosotros algo con lo que demos testimonio de haber vivido.
   Tampoco se olvida de la que afecta a sus esclavos. Comienza en 8,1 lamentando que hayan caído enfermos y continúa en 8,16 en la que algunos han fallecido: no ignoro, ciertamente, que otros no consideran unas desdichas como éstas más que como simples pérdidas de dinero y que se tienen por grandes hombres y sabios. Si son grandes, si son sabios, no lo sé, verdaderos seres humanos no lo son. Es la opinión de quien, ante la muerte, les permitía hacer una especie de testamento que él mismo se ocupaba con escrupulosidad de que se cumpliese y el que al ver cercano el final, los manumitía para darles la pequeña satisfacción de morir como hombres libres y saber que tendrían un lugar en el panteón familiar. Era corriente entre los esclavos de una casa, formar parte de una agrupación a la que hacer aportaciones para que se encargara de los entierros, es decir, un pobre ataúd de madera y el traslado a un cementerio para pobres para acabar en una fosa común.

   También dedicará un buen número de cartas a la salud, más bien a la ausencia de ella, en las que deja clara la incertidumbre y desasosiego que dicha situación le provoca, tanto si se refiere a sus amigos, me siento consumido por una grave inquietud (1,22), me preocupa la prolongada y persistente enfermedad de... y nuevamente otra actitud estoica ante la muerte: reflexionar sobre los distintos motivos que nos inducen a ella, sopesándolos uno por uno, y tal y como nos haya aconsejado la razón, tomar el partido de la vida o de la muerte, aceptando la una y renunciando a la otra, eso sólo es propio de un gran hombre, como la de su esposa (6,4) y por supuesto la suya propia, aconsejando a un amigo que, como él, siga las recomendaciones del médico (7,1) y colabore en la recuperación en lo que pueda, como 7,21 que le dice a un amigo: te obedezco, mi queridísimo colega, y tal y como tú me ordenas, procuro con el mayor cuidado que mis ojos se recobren de su enfermedad. Carta que termina con una nota de humor: En cuanto a tu gallina, como no podía ser menos tratándose de un envío tuyo, la he recibido con agrado. Con mis ojos de enfermo, ya bastante recuperados, aunque la inflamación persiste, he visto que es bien gorda. Cuídate.

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