Dante, Divina Comedia, 15

  Hace una exaltación de la luz que irradia Beatriz y de las que descienden sobre ellos porque aparecen Jesucristo y la virgen María entre infinitos santos y ángeles. Su luz no permite ver al poeta que asciende al último cielo, el Empíreo, donde si va a poder observar los milagros que están sucediendo. El arcángel Gabriel baja a coronar a la Virgen que se eleva sobre los demás santos.
  Beatriz ruega a los santos en favor de Dante

estad atentos a su gran deseo
y refrescadle un poco: pues bebéis
de la fuente en que mana lo que él piensa.

  Del círculo de luces sale "a quién Nuestro Señor dejó las llaves", san Pedro para preguntar a Dante sobre la fe. "Fe es la sustancia de lo que esperamos y el argumento de las invisibles", tras varias preguntas más sobre el tema es merecedor de su aprobación y es bendecido por él.
  "Mira, mira ahí al varón por quien abajo visitan Galicia", Santiago, que va a examinar al poeta sobre la Esperanza, "dime que es, cómo florece en tí y de dónde te ha venido". Beatriz responde a la segunda y Dante a las otras." La esperanza es cierta espera de la gloria futura que produce la gracia con el mérito adquirido". Aparece san Juan Evangelista que habla con el poeta, deslumbrado en ese momento, sobre el Amor y la Caridad. Aplaudidos sus razonamientos recobra la vista y ve una cuarta llama, dentro de la cual "goza de su hacedor la primera alma que creó la primera potencia", Adán y le pide que le hable:
Oh fruto que maduro únicamente
fuiste creado,antiguo padre
de quien cualquier esposa es hija y nuera,
con la más grande devoción te pido
que me hables: advierte mi deseo,
que no lo expreso para oírte antes.

  Le habla del tiempo transcurrido desde que fue creado en el edén, de las lenguas (según las escrituras dio a las cosas su nombre verdadero y formó el primer idioma en el mundo)

La lengua que yo hablaba se extinguió,
aún antes que a la obra inconsumable (Babel)
la gente de Nembrot se dedicara

  y del pecado primero

Ahora, hijo mío, no el probar del árbol
fue en sí misma ocasión de tanto exilio,
mas sólo el que infringiese lo ordenado.

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