Dante, Divina Comedia, 4
Llegan a la puerta del Infierno y ven una inscripción que dice:
Por mí se va hasta la Ciudad Doliente,
por mí se va al eterno sufrimiento,
por mí se va a la gente condenada...
...Dejad, los que aquí entráis, toda esperanza.
Nada más entrar oyen los lamentos de una turba de sombras azotadas por el aire eternamente oscuro y por moscones y avispas; aquí Dante sitúa a los indiferentes, los que no han hecho ni amado nada en la vida, ni gloria ni infamia, el Cielo no los puede amparar en la muerte pero ni siquiera el Infierno quiere darles cabida para que no den gloria a los que allí penan. Este es uno de los sitios donde no nos va a dar nombres de los condenados.
Más adelante llegan a la ribera del Aqueronte, donde se agrupan las demás sombras para que el barquero las cruce. A pesar de las objeciones de Caronte de llevar a una persona viva, embarcan ambos y pueden descender al primer cerco del Infierno, el Limbo, donde se encuentran los niños muertos sin bautizar y todos aquellos virtuosos que cumplieron con los dictados de la Ley Natural. La única mancha con la que murieron es la del Pecado Original. En esto sigue la doctrina de santo Tomás y san Buenaventura. Coloca aquí a Homero, Horacio, Ovidio y Lucano con los que compartirá parte del camino y nos hace una relación de otros personajes que allí se encuentran como Sócrates o Platón; pero también sitúa aquí a otros que para él si cumplen con las características de éste cerco como son Saladino, Averroes o Avicena. Tal vez atendiendo lo que le indicaba su intelecto al poeta.
En este primer círculo no se oyen llantos, sólo suspiros por la pena sin tormento de no poder acceder al Paraíso por no estar bautizados. "Sentí en el corazón una gran pena..."
En este primer círculo no se oyen llantos, sólo suspiros por la pena sin tormento de no poder acceder al Paraíso por no estar bautizados. "Sentí en el corazón una gran pena..."
Así bajé del círculo primero
al segundo que menos lugar ciñe,
y tanto más dolor, que al llanto mueve
Aquí será Minos el que guarde la entrada, es el encargado de juzgar a los pecadores y asignarles el círculo donde deben sufrir su condena. Cada vez que los poetas desciendan a otro círculo se van a encontrar con un monstruo a la entrada y conforme vayan descendiendo la oposición a que pasen va a ir aumentando.
En éste segundo círculo están los condenados por los excesos de la carne, sometidos a una borrasca infernal que nunca cesa de golpearlos, eternos vientos les acompañan:
En éste segundo círculo están los condenados por los excesos de la carne, sometidos a una borrasca infernal que nunca cesa de golpearlos, eternos vientos les acompañan:
Comprendí que a tal clase de martirio
los lujuriosos eran condenados,
que la razón someten al deseo.
Desde aquí, en prácticamente todas las estancias del Infierno nos acompañarán los gritos, lamentos, llantos y blasfemias de los desesperados condenados. Aquí también nos dará los nombres de las sombras que lo habitan y hablará con algunas de ellas.
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