Dante, Divina Comedia, 7

  Los poetas llegan a un pozo impracticable y aparece Gerión, con busto de hombre y cola de serpiente, que será el que tomándolos con sus manos los descienda hasta el octavo círculo.

Es redondo el espacio que se forma
entre el pozo y el pié del duro abismo
y en diez valles su fondo se divide.

  Aquí encontraremos, cada uno en su saco correspondiente, a los rufianes, aduladores, servidores de infamias, simoníacos, adivinos, los que traficaron con sus cargos o con la honra de sus mujeres, con los favores o la justicia. 
¡Suma sabiduría!, Qué artes muestras
en el cielo, en la tierra y el mal mundo,
cuán justamente tu virtud repartes

  En este círculo, los encargados de atormentar a las almas son demonios, y nos lo describe como un ser, malvado por supuesto, con cuernos, en algunas ocasiones con tridente y con alas.

¡Ah! Qué fiera tenía su apariencia,
y parecían cuán amenazantes,
sus pies ligeros, sus abiertas alas

  Alrededor de éste último saco hay unos demonios, los garritrancas, pinchando a los condenados que quieren salir del caldo hirviente. Como no pueden seguir su camino por un desprendimiento, el jefe de ellos les pone una escolta de diez diablos para que les guíen por un nuevo camino, aunque lo que pretende es engañarlos. En un momento en que están distraídos, escapan y bajan al sexto saco donde se encuentran los hipócritas, con pesados mantos de plomo dorados por fuera. Con gran dificultad consiguen salir del saco

Tan ordeñado del pulmón estaba
mi aliento en la subida, que sin fuerzas
busqué asiento en cuanto llegamos

  Llegan al siguiente saco y desde arriba, es el único de toda la ruta que no pisarán, ven a los castigados por ser ladrones sacrílegos, a los que multitud de serpientes pican y se incendian convirtiéndose en cenizas de las cuales vuelven a renacer para volver a ser picados y consumirse en las llamas de nuevo y así repetidamente. Dante discute aquí con un personaje al que acusa de la destrucción del partido de los blancos en Florencia.
  Después de reconocer a algunos paisanos que robaron caudales públicos, se desquita y proclama:

Goza, ¡Oh Florencia!, de tu inmensa fama,
pués por mares se extiende y por naciones,
y hasta en el mismo Infierno se derrama.
Allí, cinco hijos tuyos vi ladrones,
y si de ellos vergüenza grande tuve,
a Ti no ha de aumentarte los blasones

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