Aristófanes, Las Nubes, 2


   La acción comienza con el agricultor Estrepsíades dando vueltas en la cama, sin poder dormir por las deudas que tiene por culpa de su hijo, aficionado a los caballos y las carreras de carros. Hace algunos comentarios de él y se queja de que siga durmiendo. Las diferencias entre padres e hijos se ve que han existido siempre. Trata de despertarlo pero no puede y comienza a quejarse por haberse casado con su madre que lo ha maleducado.

   Estrepsíades: Yo llevaba una vida de agricultor muy agradable: sucio y mugriento, tumbado a la bartola (tumbado sin hacer nada), con un montón de rebaños, de miel y de aceitunas...
... El día que me casé con ella, yo, acostado a su lado, olía a vino nuevo, a higos secos, a copos de lana y a abundancia, pero ella olía a perfume, a azafrán, a morreos, a despilfarro y glotonería.

   Vislumbra una solución a sus problemas y le propone a su hijo que cambie de vida y vaya a la casa de al lado, que es la de Sócrates, a la que llama el caviladero de los espíritus selectos. Se inventa una palabra para restar importancia al sitio empleando el verbo cavilar, pensar en algo con insistencia. "Si se les paga, ellos te enseñan a ganar pleiteando todas las causas, las justas y las injustas". Si su hijo aprende cómo, le evitaría pagar las deudas y el embargo. Esto es más propio de los llamados sofistas
que del pensamiento socrático, pero al autor no le interesa hacer distinciones porque lo que quiere es que la enseñanza siga siendo la tradicional, hay que recordar que es noble y no quiere cambios.
   En las asambleas se reunían los ciudadanos y decidían sobre todos los temas que les afectaban. Por tanto, ya no bastaba con ser un personaje noble o rico para sacar adelante una propuesta, había que
convencer al resto. Lo mismo pasaba en los juicios, donde unos quinientos ciudadanos, de todos los grupos que componían la polis pero elegidos por sorteo, decidían el destino del acusado. Cada vez se hacía más necesario hablar bien, y de esto se encargaba la retórica (conjunto de reglas para hablar o escribir elegantemente y con corrección, dirigidas a deleitar, conmover o persuadir). Maestros de retórica ya había pero con éste arte como base, se podía llegar aún más lejos, y aparecen los sofistas que le dan un enfoque práctico a su uso y por el que cobraban verdaderas fortunas por sus charlas, lógicamente a quien pudiera pagarlas y le capacitaban para confundir a los otros con sus argumentos. De ahí a que no importe ni la verdad ni la moral de ellos no hay ni un paso. Los argumentos se convierten en sofismas que se identifican con falacia, algo que en apariencia es verdadero, pero que en realidad es falso. Sócrates jamás cobraba.
   Volvamos al relato. El hijo se despierta y se niega a seguir el consejo de su padre a pesar de las amenazas de éste. Así que será Estrepsíades quien irá a la casa de Sócrates. Le abre la puerta una de sus discípulos y en un diálogo absurdo le cuenta algunos casos que han resuelto gracias al ingenio del maestro. Los casos son intrascendentes y alocados y su solución más aún, pero son contados como
si fuesen el no va más del conocimiento. Va preparando al público para todo lo que sucederá.

   Discípulo: Ayer por la noche no teníamos cena.
   Estrepsíades: Y ¿cómo se las ingenió para conseguir los garbanzos?
   Discípulo: Espolvoreó la mesa con ceniza, curvó un asador, lo usó como compás y...
(la geometría no calma el hambre) ... robó un manto en el gimnasio. (Para empeñarlo)
 
   La intención desde el momento que entran en escena es despretigiarlos.
 

 
 

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