Maquiavelo, El príncipe, 10
La pregunta es para nosotros, si estamos dispuestos a vivir sin adulación. Ésta solo halaga nuestra vanidad y nuestro orgullo. De la vanidad sólo diré que ya sabemos quien se come el queso del cuervo en la fábula. Y del orgullo que puede ser bueno pero es sustituible por razones lógicas eficaces y por nuestra propia escala de valores.
Estamos llegando al final y nos recuerda algunas cosas de las que ha hablado. Estamos en el XXIV, por qué los príncipes de Italia han perdido sus reinos. A los hombres les preocupa más el presente que el pasado, si están bien, lo disfrutarán y te defenderán.
La primera razón para perder un reino son los defectos en la organización militar y la otra razón es que tener al pueblo en contra. Son perdidos por su indiferencia, por no prepararse para tiempos más duros durante la bonanza.
Siendo su inspiración César Borgia, no puede faltar un capítulo dedicado al poder de la fortuna en las cosas humanas y cómo hacerle frente. Muchas personas creen que las cosas de este mundo las dirige la casualidad y que hay que dejarse gobernar por la suerte, sobre todo en estos tiempos de grandes transformaciones (s. XVI). Pero eso no quita que se tomen precauciones antes.
La suerte demuestra su poder donde no hay ninguna virtud preparada para hacerle frente, y dirige sus embestidas hacia donde sabe que no hay defensas que la contengan.
Se puede ver a un príncipe prosperar hoy y caer mañana, sin haber cambiado sus cualidades. Puede que se deba a la suerte, pero el triunfo es de los que adaptan su forma de proceder a la naturaleza de los tiempos que corren, (debemos adaptarnos a las circunstancias, la misma respuesta no vale para todos). Esto es lo que hace que dos personas puedan hacer la misma cosa y obtener resultados distintos, o hacer la misma cosa y lograrlos diferentes.
Nos dice al principio que le concede la mitad del poder sobre nuestras acciones a la suerte, pero con este razonamiento casi la excluye. Pero existe el factor suerte. Nos dice con acierto que sobre todo cuando prosperamos siguiendo un camino, nos resulta muy difícil desviarnos de él, no seremos capaces de adaptarnos y fracasaremos. El problema reside en que el hombre se obstina en sus actitudes. Los ejemplos que emplea al final del capítulo no son acertados. Así que pasamos a la exhortación a tomar Italia y liberarla de los bárbaros.
Se pregunta si corren tiempos propicios para que un nuevo príncipe pueda introducir un nuevo orden que le honre a él y beneficie a todos los italianos. La respuesta que nos da no puede ser otra que sí. Por esto ha escrito todo lo que hemos leído hasta aquí. Expone la situación de Italia con respecto a una serie de ejemplos que emplea y añade sin amo, sin orden, golpeada, despojada, desgarrada y arrasada. Con el panorama que nos describe, que no es más que su percepción de la realidad basada en su experiencia, no podemos extrañarnos de todo lo que nos ha contado, no a nosotros sino a un Medicis, aunque creo que porque lo tenía más cerca y porque por sus circunstancias, podía tener éxito. A ellos y a cualquier otro que tras su lectura se animara a hacerlo.
Es aquí, en lograr la unidad de Italia, donde todo lo dicho cobra sentido.
"Dios no quiere hacerlo todo para no quitarnos el libre albedrío y la parte de gloria que nos corresponde".
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