Maquiavelo, El príncipe, 2


   El principal objetivo de Maquiavelo es el mantenimiento de la independencia de su ciudad, siempre amenazada por sus vecinos (y amenazante a su vez). Para ello intenta un acercamiento entre el rey de Francia y el papa Julio II, que fracasa y termina en enfrentamiento a resultas del cual el rey francés es derrotado, propiciando con ello el regreso de los Medicis al gobierno de Florencia, es el año 1.512, año de su caída en desgracia. Acusado de haber conspirado contra ellos es encarcelado y poco después puesto en libertad. Se traslada, se exilia o le obligan a exiliarse (?) al pueblo donde nació, a las afueras de Florencia, y es allí donde en 1.513 escribe "El príncipe". La obra está dedicada a Lorenzo II, pero será publicada unos años después de su muerte.
   En 1.520 el cardenal Julio de Medicis le encarga varias misiones y cuando se convierte en papa tres años después con el nombre de Clemente VII, le nombra superintendente de fortificaciones. En 1.527 se produce el saco de Roma por las tropas de España, provocando con ello la caída de los Medicis y la marginación política de Maquiavelo que morirá poco después en ese mismo año.
   El príncipe es una obra muy conocida pero no tan leída como su fama nos puede hacer pensar. Cada vez que un gobernante ha actuado fuera de los márgenes de lo convencional se le ha achacado que lo había leído, como si nos hiciera falta un manual para la maldad. Ya hemos visto que en su época, y en las anteriores, indistintamente del lugar, los asesinatos, traiciones, matanzas, injusticias y demás lindezas por el estilo estaban a la orden del día y muy lejos de lo que él pretende con su libro que es la regeneración o la creación de un organismo político en los que habrá que cambiar los órdenes establecidos e introducir otros nuevos, siempre procurando "ofender" a cuanta menos gente mejor, y sobre todo si son del pueblo, que considera es la mejor defensa que tiene un gobernante.
   En esta obra vuelca su experiencia personal y profesional adquiridas en quince años de servicio a la república y también parte del desencanto y dolor que le causa su fracaso político. Buen conocedor de la situación que atraviesa Italia a principios del XVI, con multitud de ejércitos mercenarios, con incursiones de ejércitos extranjeros, el estado del papado, los estados mayores lastrados por los últimos restos del feudalismo y las señorías y ciudades dominadas por el capital pero con una subordinación del campo ya superada en esa época, intrigando las unas con las otras y con multitud de enfrentamientos entre ellas y aderezado todo por rivalidades internas que provocan inestabilidad y cambios en los gobiernos; parece lógico que se dirija más que nada a los príncipes nuevos para que aprendan a conservar las conquistas realizadas, con un comportamiento que mitigue los sufrimientos causados por las mismas. Siempre con las miras puestas en que uno de ellos pueda llevar a cabo su mayor anhelo que es la unidad de Italia, para lo cual, él no lo sabe, tendrán que esperar tres siglos.
   Lo que en un primer momento podría ser un tratado sobre los diferentes tipos de principado se convierte en un estudio sobre como se alcanzan, como se mantienen y como se pierden. Todo ello con una estructura un tanto irregular y desde luego, nada neutra por el autor. Lo escribirá en vulgar, excepto los títulos de los capítulos que los nombrará en latín, lengua empleada entonces por los tratados filosóficos y políticos, de los que ya existían en su tiempo e incluso antes, aunque no tan originales como éste y con una separación clara entre la ética y la política y la introducción de la razón de estado.
 
 

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