Maquiavelo, El príncipe, 3


   El príncipe comienza con la dedicatoria de la obra a Lorenzo de Medicis ofreciéndole lo más preciado que posee:
"Mis conocimientos sobre las acciones de los grandes hombres, adquiridos a través de una amplia experiencia de las cosas modernas y una repetida lectura de las antiguas". No sólo pretende congraciarse con la familia Medicis sino también porque confiaba que podría ser el príncipe que liderase la unidad italiana.
   En cada capítulo, tras exponer sus razonamientos sobre el tema que desarrolla, siempre va a recurrir a ejemplos que corroboren lo que afirma, ya sea de la Biblia, aunque no nombra a Cristo en ningún momento, de los mitos o de la historia, tanto antigua como moderna, escrita o basada en su experiencia.
   Los dos primeros capítulos los dedica a las clases de principados y a los hereditarios, pero de una forma muy breve, tiene prisa en comenzar lo que considera más importante.
   En los capítulos III-V, nos va a hablar de lo que denomina principados mixtos. Son los que por algún motivo se ha añadido un territorio ajeno al propio, normalmente mediante conquista. En muchos aspectos se van pareciendo a los nuevos. "Los hombres siempre están dispuestos a cambiar de señor, creyendo que así van a mejorar". Pero advierte que siempre tendrás enemigos en ellos, tanto entre los ofendidos como entre los que te apoyaron, porque nunca serán satisfechos como esperaban.
Este pesimismo en la naturaleza humana nos acompañará a lo largo de muchos capítulos.
   Si el país es vecino es más fácil de controlar, "basta con eliminar el linaje que gobernaba (cuestión de lo más común en su tiempo), y no alterar mucho sus leyes ni sus impuestos". Y aconseja convertirse en jefe y defensor de los menos influyentes como forma de debilitar a los poderosos, sólo hay que cuidarse de que no tengan demasiado poder ni autoridad. Si el territorio es lejano ve dos opciones, o el príncipe se va a vivir allí, o funda colonias, que es más barato que mantener un ejército en él. En un país tan fracturado como Italia y en continua pugna los unos con los otros, donde las alianzas duran mientras exista un beneficio, equivocarse de aliado significaba eso, la eliminación, en toda la extensión de la palabra.
   Concluye diciendo que la única opción segura de dominar pasa por la destrucción, sobre todo si se trata de repúblicas que tienen sus propias leyes. Lo que no significa que no valore las repúblicas, creo que da a entender que es el mejor sistema político porque para su conquista es necesaria su destrucción porque siempre van a tender a sus leyes y serán un problema para el príncipe.


     

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