Maquiavelo, El príncipe, 7


   Ahora nos comenta su visión de algunas actitudes contrarias que se le ofrecen a un príncipe y nos habla de la liberalidad (generosidad o desprendimiento), y la parsimonia (calma pero también moderación en los gastos). Entre las dos, razona que la primera no sirve para nada y además termina dando fama de tacaño. "Ofende a muchos y beneficia a pocos". Opta por la parsimonia, que le permite hacer la guerra sin gravar a los súbditos. "Será liberal respecto a los que no quita que son muchos, y sólo tacaño para los que no da, que son pocos". No parece una virtud, pero es un vicio que hace reinar. Lo que refuerza su idea de que no se puede gobernar siendo sólo "bueno".
   De nuevo, a pesar de todo lo que nos puedan parecer sus ideas, piensa en beneficiar a una mayoría, compuesta, claro está, en su mayor parte por la gente del pueblo, los más desprotegidos. A pesar de su convencimiento de la maldad del hombre, no deja de preocuparse por él.
   Y para que nos quede claro este asunto, nos sentencia que se puede ser más generoso con lo que no es tuyo ni de tus súbditos, porque mientras más se usa la liberalidad, más se pierde la facultad de usarla. Si te vuelves pobre serás despreciado y para salir de la pobreza te convertirás en ladrón y serás odiado. Un príncipe siempre debe guardarse del desprecio y del odio. Una máxima a la que acude en varias ocasiones a lo largo de la obra.
   La otra actitud que nos va a desarrollar es sobre la crueldad y la humanidad. Para ello nos hace la pregunta siguiente: ¿Es mejor ser amado que temido o viceversa (temido que amado)?
   Se debe desear que no se le considere cruel, pero sin usar mal la piedad. Será mas piadoso que aquellos que por ser demasiado humanos, no atajan los desórdenes que conducirán a robos y asesinatos. Es capaz de matizar la cualidad de las acciones según con qué la comparemos.
   La respuesta a la pregunta para él es que las dos son deseables pero difícilmente conciliables, así que será más seguro ser temido que amado. Vuelve a surgir la visión pesimista del hombre al que define como ingrato, inconstante, falso, fingidor, cobarde ante el peligro y ávido de riquezas. "El amor se basa en un vínculo de obligación que los hombres, por su maldad, rompen cada vez que se opone a su propio provecho, mientras que el temor se basa en un miedo al castigo que nunca te abandona. Un príncipe puede ser temido sin ser odiado, basta con que no toque ni las posesiones ni las mujeres de sus ciudadanos.
   El capítulo XVIII es el centro de la polémica que acompaña su obra y su figura. De qué forma tiene que mantener su palabra un príncipe.
   "Es loable en un príncipe mantener la palabra y vivir con integridad. Pero esto no es lo que demuestra la experiencia en nuestros tiempos, y los que han hecho grandes cosas han dado poca importancia a su palabra".
   Hay dos formas de combatir: con las leyes, propia de los hombres, y con la fuerza, propia de los animales. Cuando la primera no es suficiente hay que recurrir a la segunda. Hay que ser un zorro para sortear las trampas y un león para ahuyentar a los enemigos.
   "Quien actúe con prudencia, no puede ni debe guardar la palabra dada cuando vea que va a volverse en su contra y que ya no existen las razones que motivaron su promesa".
   A él mismo, en principio, le repele la idea, "si todos los hombres fuesen buenos, este precepto no sería justo; pero puesto que son malvados y no mantendrían su palabra contigo, tú no tienes por qué mantenerla con ellos". La experiencia personal y su pesimismo respecto a la bondad de los hombres sale nuevamente a relucir. Pero no se queda aquí y no sé si por desenmascararlos o hacernos conscientes de esa situación y tal vez impulsado por su propia y dura realidad nos sentencia: "Los que actúan como zorros tienen más éxito, pero esta cualidad hay que ocultarla fingiendo y disimulando, los hombres son tan ingenuos y responden tanto a la necesidad del momento, que quien engaña siempre encuentra a alguien que se deja engañar".
   No es necesario que un príncipe posea todas las buenas cualidades, pero si es muy necesario que parezca que las posea. Fingir que se poseen es útil. Parecer fiel, piadoso, humano, íntegro y piadoso y serlo realmente es bueno, pero ser capaz de cambiar a la cualidad opuesta es necesario.
   Un príncipe no debe separarse del bien si puede, pero debe saber entrar en el mal si es necesario.

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