Maquiavelo, El príncipe, 9
Algunos han creído tener ventajas enfrentando facciones, pero es inevitable que las ciudades divididas caigan enseguida. Sólo resultan provechosas en tiempo de paz. Hay quien piensa que se debe alimentar con astucia algún conflicto, para que aplastándolo crezca su grandeza. A los que se muestran enemigos al comienzo del mandato, es fácil ganárselos porque te necesitan para mantener su posición. Si el estado ha sido tomado con ayuda interior, hay que estudiar cuales han sido las razones para actuar así.
Sobre las fortalezas piensa que quien tema más al pueblo que al enemigo exterior debe construirlas. Si es al revés las debe derribar. La mejor fortaleza es no ser odiado por el pueblo.
¿Qué debe hacer para ser estimado? Lo primero grandes empresas. Pone el ejemplo de Fernando de Aragón, sus campañas no sólo sirvieron para ganar estima, también para mantener ocupados en otros asuntos a los nobles mientras adquiría más autoridad. Jamás un príncipe debe ser neutral; amigo o enemigo de verdad. Hay que procurar no aliarse nunca con uno más poderoso que tú; si ganas quedarás en manos de otro. No hay alianzas seguras.
También debe mostrar aprecio por las virtudes. Promover el tranquilo ejercicio de sus profesiones a sus ciudadanos. Debe propiciar el aumento de sus bienes con la seguridad y a crear empresas sin temor de los impuestos. Y tiene que entretener al pueblo con fiestas y espectáculos. Además debe tener en cuenta a gremios y corporaciones y reunirse con ellos de vez en cuando. Se preocupa porque las acciones de los príncipes tengan en cuenta y beneficien a todos los ciudadanos, y que estos puedan disfrutar de la prosperidad y seguridad que les brinda el estado. Conceptos que forman parte de nuestra sociedad moderna, su deseo último es el bienestar de los ciudadanos.
Pasa a los consejeros. La primera imagen de un gobernante son ellos. "Hay tres tipos de inteligencia: la primera comprende por sí misma (excelentísima), la segunda distingue lo que otro comprende (excelente) y la tercera no comprende ni por sí misma ni por otros (inútil)". Si el príncipe es capaz de discernir el bien y el mal, aunque carezca de iniciativa, reconocerá las acciones de sus ministros y no le engañarán y se portarán bien.
Nos da un método que nunca falla para reconocer la valía de un ministro: si piensa más en él que en ti y busca siempre su provecho, no será nunca un buen consejero y nunca podrás fiarte de él. Es evidente que este consejo podemos aplicarlo para cualquier tipo de relación. Para que el estado sea viable es necesario que su gobernante tenga un mínimo de racionalidad.
Tras la elección de los consejeros, nos advierte sobre cómo evitar a los aduladores. Este asunto sigue vigente hoy día. Muy vigente. Conforme se asciende en la escala social su número va aumentando a la vez que va desapareciendo su pudor. Aparte de que jamás sacarás de ellos nada aprovechable, son una carga que terminará por arrastrarte en su caída. De Adulador a Traidor, no hay término medio y su conversión es automática y los motivos para ello ni siquiera deben ser reales.
Mejor continuamos con Nicolás. Para evitarlos hay que hacer saber a todos que la verdad no te ofende, pero se corre el riesgo de que te pierdan el respeto.
Por eso se debe elegir a hombres sabios y concederles, sólo a ellos, la libertad de hablarte con franqueza. Pero sólo de aquello sobre lo que preguntes. Debes preguntar sobre todas las cosas, escuchar sus opiniones y luego decidir según tu propio parecer. Y llevar hasta el final lo que hayas decidido. Un príncipe, siempre debe pedir consejo, pero cuando él quiere y no cuando quieran los demás. Y debe desanimar a cualquiera que quiera aconsejarte sin haber sido consultado.
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