Fedro, Fábulas, 2
En sus cinco libros, podemos ver muchas fábulas atribuidas a Esopo junto a las suyas. No debemos extrañarnos de esto porque no se había desarrollado el concepto de propiedad intelectual en sus tiempos, más bien no existía, de manera que cualquiera podía ir a una fuente ajena e incorporarla a su trabajo. Algo más habitual en la Antigüedad de lo que podemos imaginar y enumerar.
De sus historias podemos deducir que reivindica la astucia como el único recurso de los pobres ante los poderosos y la conveniencia de adaptarse a las circunstancias para sortear los peligros. Algo que se puede apreciar en sus interpretaciones o moralejas de las historias y que aún hoy día sigue siendo un buen consejo.
Como sus historias son menos conocidas, me extenderé algo más con ellas que con Esopo. Aunque me parece que es un caso similar al Quijote, muchos lo conocen pero pocos lo han leído.
En el prólogo de su libro I, reconoce la importancia de Esopo, se muestra orgulloso de versificar la fábula y de sus utilidades.
Prólogo libro I:
"Yo he perfeccionado, poniéndole en verso senario, el asunto que descubrió y del que fue inventor Esopo. Dos son las utilidades de esta obrita: la una, el divertir el ánimo, y la otra, el dar prudentes consejos para aprender a vivir. Pero si alguno quisiere tachar el que hablen aquí, no sólo las bestias, sino también los árboles, tenga presente que nos entretenemos con estas invenciones."
Este punto de vista de aprender cosas útiles de una forma "divertida" es muy moderno, la mayoría de los preceptores en su época y en las anteriores, eran más de aquello de que la letra con sangre entra, argumento que se ha mantenido hasta hace bien poco. Y vamos a ver alguna de sus historias.
El lobo y la zorra, siendo juez el mono
Al que una vez fue cogido en mentira clara, no se le da crédito aunque diga la verdad.
Un lobo acusaba a una zorra de un hurto. Negaba ella ser capaz de semejante delito. Se sentó en medio como juez un mono. Habiendo hecho los litigantes sus alegatos, se dice, que el mono pronunció la siguiente sentencia: No consta, lobo, que hayas perdido lo que pides; y creo que tú, zorra, has hurtado lo que astutamente niegas.
Un asno y un viejo
En la mudanza de gobierno, las más de las veces no mudan los pobres sino el nombre del señor.
Un tímido anciano apacentaba a un asno en un prado. Asustado el viejo con la llegada de los enemigos, exhortaba al asno a que huyese para no caer en sus manos. Mas el borrico, sin salir de su paso le replicó: dime, ¿crees que el vencedor me echará a cuestas dos albardas?. No por cierto, dijo el viejo. Pues si no, concluyó el asno: ¿qué más me da servir a uno que a otro, si al final he de llevar mi albarda?
Una rana temerosa del combate de los toros
Peligran los pobres cuando riñen los poderosos
Viendo una rana desde su laguna, la contienda de unos toros, exclamó: ¡Ay, cuánto daño nos amenaza! Preguntada por otra, por qué decía eso si estaban peleando, por el mando de una vacada que además pastaba lejos de ellas. Respondió: es así, su dehesa está distante y somos de diferentes especies, pero el que sea vencido y sea despojado de su territorio, se acogerá a los senos ocultos de esta laguna y hollándonos con sus pesados pies, nos estrujará; he aquí, como su furor amenaza nuestra existencia.
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