Montesquieu, Cartas persas, 5
El procedimiento que va a emplear para llevar a cabo su reflexión, es el de la "mirada extraña", es decir, sumergir a sus protagonistas en una cultura diferente de la que provienen y de la cual no conocen absolutamente nada. El portador de esa nueva mirada, hará posible que veamos todo el absurdo y autocomplacencia de una sociedad segura de sí misma y de la bondad de sus usos y costumbres; la extravagancia de las costumbres, de las leyes, de los sentimientos y de las creencias, cuestiones que somos incapaces de percibir por lo acostumbrados que estamos a ellas. Eso es lo que nos va a desvelar esa mirada extraña. Que el tono nos parezca moderado o violentamente demoledor, va a depender de cada uno de nosotros.
En la base de todo, encontramos la dialéctica entre lo absoluto y lo relativo, cuestión tratada por todos los espíritus libres de todas las épocas.
"Mi querido Usbek, cuando veo hombres que, arrastrándose sobre un átomo, es decir, la Tierra, que no es más que un punto en el universo, se proponen como modelos de la Providencia, no sé cómo conciliar tal delirio con tanta pequeñez."
La siguiente agrupación de cartas está formada por sesenta y nueve en concreto, son las que van desde la XXIV, hemos llegado a París hace un mes, hasta la XCII en que se anuncia la muerte de Luis XIV, en septiembre de 1.715. Veinticinco de ellas tienen que ver con Rica, incluidas las ocho que envía a Usbek y la que recibe de éste, el emisor o receptor del resto. Al serrallo sólo se le dedican doce cartas. En la LXIV, mayo de 1.714, el jefe de los eunucos anuncia que "la guerra reina entre tus mujeres, tus eunucos están divididos... a mí, lo único que me queda en el serrallo es un título vano".
Lo primero que les sorprende es el comportamiento de los parisinos. Rica en la XXIV, ya nos habla de su sorpresa por la altura de los edificios, "parece que sólo están habitadas por astrólogos", y las prisas de los parisinos, "en el mes que llevo aquí, no he visto andar a ninguna persona, corren y vuelan". Del rey dice que debe ser mago porque sin tener minas de oro, es el más poderoso, lo extrae de la vanidad de sus súbditos, más inagotable que las minas. También hay otro mago, al que llaman Papa, al que inciensan todos los días y que les hace creer que tres no son más que uno.
Primera alusión a la teología, que ocupó el lugar más importante y central en los estudios durante la Edad Media, y que poco a poco va perdiendo su importancia por el auge de otras ciencias y porque con los temas que trata y las disputas que la rodean, no sirve a la religiosidad del hombre. Veremos cómo Montesquieu, es partidario de una religión natural y tolerante, más acorde al espíritu de los hombres de su tiempo. Actitud que refleja la influencia de Erasmo en nuestro autor, y que razona admirablemente en el capítulo LIII de su Elogio de la Locura.
Volviendo a las prisas, en la LXXXVII, nos dirá: siempre con prisa por algún asunto importante, preguntar a todo el que ven de dónde vienen y a dónde van, visitar diariamente a la gente en privado, porque verla dónde acude mucho público, es ir por el camino más corto y no entra en sus planes. Desgastan más las puertas de las casas golpeando con el llamador, que la lluvia y el viento.
Continuando con la sorpresa que causa el comportamiento de los parisinos, nos habla en la carta XXVIII del teatro y la ópera, llegando a confundir lo que ocurre en un "estrado llamado escena", con la "representación" de lo que ocurre en el patio y en los palcos con el público, llega a pensar que el verdadero espectáculo está en la sala y no en el escenario. Otro lugar que les llama la atención, en este caso a Usbek, son los cafés, carta XXXVI, "hay un sitio donde preparan el café de tal manera que agudiza el ingenio de los que lo toman. Por lo menos, de entre todos los que salen, no hay nadie que no crea que es cuatro veces más listo que cuando entró". Los cafés estaban muy de moda en esa época, y eran el centro de numerosas tertulias de todo tipo, lo que tanto por los personajes como por los temas, la mayor parte de las veces, intrascendentes objeto de acaloradas discusiones, le da pie a burlarse de ellos.
Otra de las sorpresas es la curiosidad, XXX, cómo se agolpa la gente para verlo cuando viste de modo oriental y cómo pasa desapercibido vestido de europeo, lo que "me dio motivo suficiente para quejarme de mi sastre, el cual me había hecho perder en un instante la atención y el aprecio del público".
Usbek no entiende, XL, la actitud tras la muerte de alguien importante, "se reunen en una mezquita", cambiar nuestras denominaciones por las suyas, es una forma de desacralizar los conceptos que se describen y que asumimos casi sin pensar; "y le rezan una oración fúnebre, que es un discurso de alabanza a través del cual, difícil sería hacerse una idea justa del mérito del difunto. Yo desearía acabar con las pompas fúnebres, se debe llorar el nacimiento de un individuo, no su muerte".
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