Montesquieu, Cartas persas, 6
Otra de las cuestiones sobre el comportamiento, será la cantidad de formas de ganarse la vida de los parisinos. Las cartas son de Rica, la XXXII, sobre un asilo para ciegos que se dedican a pedir pero que no tienen problema alguno en la vista,"voy a mezclarme con la multitud y entrar en aquella iglesia, donde le aseguro que más estorbaré yo a los demás, que ellos a mí"; la XLV, de mentirosos y embaucadores, y sobre todo la carta LVIII: en París hay muchos oficios, y enumera algunos disparatados. Todos intentan vivir en una ciudad que es madre de la invención, sus rentas no son estables y sólo consisten en astucia y habilidad. Aquí sólo te puedes morir de repente, porque en todas las esquinas venden remedios infalibles. Todos los que salen de esta ciudad son más precavidos que cuando llegaron, dado que, a fuerza de dar su dinero a los demás, aprenden a conservarlo; ésa es la única ventaja que tienen los extranjeros en esta encantadora capital.
El tiempo avanza y los protagonistas van introduciéndose en la vida de la sociedad elegante, creciendo a la vez, su asombro ante unos usos sociales dominados por la hipocresía y el culto a las apariencias."Odio Versalles porque todo el mundo es pequeño, me gusta París porque todo el mundo es grande". En toda la obra, Montesquieu, hace gala de una enorme capacidad para analizar los comportamientos que describe, sus retratos se convierten en tipos eternos. Aunque esto no sea una novedad y no llegue a la perfección en la descripción de los caracteres morales como Moliere. Será Usbek quien nos lo diga, XLVIII, "me paso la vida observando y, por la noche escribo lo que he visto y oído durante el día. Todo me interesa, todo me asombra".
Sobre aparentar tenemos la LIV, Rica nos cuenta las quejas de uno a un amigo porque en las reuniones no le prestan ninguna atención, "es muy difícil mantener la reputación de hombre culto y de ingenio", así que planean cómo ponerse de acuerdo ambos para llamar la atención. "Antes de seis meses, tendrás un sillón en la Academia y podrás dejar de fingir que eres un hombre de ingenio, ya que lo serás a pesar de todo".
En la LXVI, podemos leer: la pasión de los franceses es tener ingenio, y la de estos, escribir libros. Un necio, no sólo no se contenta con haber aburrido a sus contemporáneos, sino que además quiere atormentar a las generaciones futuras. Te digo esto porque estoy indignado, acabo de leer un libro gordo que parecía contener la ciencia universal, pero me he roto la cabeza leyéndolo y no he aprendido nada.
En los salones de las casas donde se reunían, estaba muy de moda el juego. LVI, las mujeres más que los hombres, a medida que envejecen, la pasión por el juego aumenta, llenando el vacío que deja todo lo demás. Su deseo es arruinar a sus maridos. El despilfarro comienza por la ropa y el mobiliario, aumenta con la coquetería y acaba con el juego.
También se burlará del aparente libertinaje en los matrimonios, en LXXXVI muestra su asombro por cómo se expone a la luz pública la vida familiar y de que todo se resuelva en los tribunales. En la carta LV tenemos que "los franceses casi nunca hablan de sus mujeres porque temen hablar de ellas delante de, gente que las conoce mejor que ellos mismos".
También nos habla de las mujeres en XXXIV, las mujeres de Persia son más hermosas que las de Francia, pero éstas son más atractivas. Es difícil no amar a las primeras y no sentirse a gusto con las segundas; tras esto se critica la educación dada a la mujer en los serrallos.
En la XXXVIII, será Rica quien nos hable sobre ellas. Aquí encontramos pensamientos muy acertados junto a consideraciones que no lo son, recordemos que estamos ¿en el siglo XVIII...? "El dominio que sobre ellas tenemos es una auténtica tiranía, ellas nos han permitido ejercerlo porque tienen más dulzura que nosotros y, por lo tanto más humanidad y razón. Sus ventajas, que deberían haberles conferido superioridad si nosotros hubiéramos sido razonables, se la han hecho perder porque no somos razonables en absoluto. Empleamos todo tipo de medios para abatir su coraje, las fuerzas serían iguales si también lo fuera la educación.
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