Montesquieu, Cartas persas, 9


   En la carta LXXXIX, tras unas consideraciones previas sobre el deseo de gloria, y la observación de que este deseo aumenta junto con la libertad de los súbditos, y disminuye cuando hay menos libertad. Para demostrarlo, muestra algunos ejemplos sacados de diferencias entre Francia y Persia. "El santuario del honor, de la reputación y de la virtud parece hallarse en las repúblicas y en los países donde se puede pronunciar el nombre de Patria". Todo este desarrollo, sirve de introducción para, bajo la figura de que habla de Persia, hacer una crítica al absolutismo de Luis XIV: "los empleos y dignidades son únicamente atributos de la fantasía del soberano. La reputación y la virtud son vistas como algo imaginario si no van acompañadas del favor del príncipe, por el que nacen y mueren. Un hombre que goza de la estima de todos, nunca puede estar seguro de no sufrir una deshonra al día siguiente, hoy es general y quizás mañana, el príncipe, lo nombre su cocinero."
   A la nobleza no le perdona que forme parte de una corte ociosa y sometida a los caprichos de su soberano. LXXXVIII. "En París reina la libertad y la igualdad. Los celos de rango son desconocidos. Se suele decir que el primero de París es el que tiene los mejores caballos para su coche. Un gran señor es un hombre que ve al rey, que habla con los ministros, tiene nobles antepasados, deudas y pensiones. Si con eso puede ocultar su ociosidad, haciéndose pasar por alguien muy ocupado, o fingiendo que le gustan mucho las diversiones, se cree el más feliz de los hombres".

   Dentro de este ciclo, nos habla sobre dos situaciones que debían de darse con frecuencia en su época, el suicidio y los duelos. La primera cuestión la aborda en la carta LXXVI, y en las preguntas que se hace y nos hace, queda clara su posición al respecto: "¿Por qué quieren que trabaje para una sociedad en la que ya no deseo vivir y que sea fiel a un pacto que no he hecho? La sociedad se basa en el beneficio mutuo, pero cuando para mí es una carga, ¿quién puede impedirme que renuncie a ella? La vida me ha sido dada como un favor, por tanto, puedo devolverla cuando deja de serlo."
   Sobre los duelos, en XC, nos hace una breve descripción de por qué se producen y cómo sus consecuencias han hecho que se prohíban. No se muestra partidario de los mismos: "Esta forma de dirimir los conflictos estaba bastante mal concebida, porque el hecho de que un hombre fuera más hábil, o más fuerte que otro, no significaba que tuviera más razón...El que obedece las leyes del honor perece en la horca, y quien se rige por las de la justicia acaba desterrado para siempre de la sociedad de los hombres. Por tanto, sólo hay una cruel alternativa: o morir, o vivir sin merecerlo."

   El ciclo de cartas escritas durante los últimos años de reinado de Luis XIV, termina con la XCII, fechada el cuatro de septiembre de 1.715 donde anuncia la muerte del rey. El futuro rey, será su bisnieto, que reinará como Luis XV, menor de edad, lo que da paso a la regencia de su tío, el duque de Orleans. Hay un suspiro de alivio y un sentimiento de esperanza en el futuro tras las primeras medidas adoptadas por el regente, la impugnación del testamento que limitaba su autoridad.
   No creas que este gran acontecimiento ha dado pie únicamente a reflexiones morales. Cada cual ha pensado en sus negocios y en sacar provecho del cambio. Los parlamentos, nos dice, han seguido el destino de las cosas humanas: se han sometido al tiempo, que todo lo destruye, a la corrupción de las costumbres, que todo lo debilita, y a la autoridad suprema, que acaba con todo.

   El siguiente grupo de cartas, cincuenta y cuatro, de la XCIII a la CXLVI, de septiembre de 1.715 a noviembre de 1.720, corresponden al período de la Regencia. Los protagonistas, más aclimatados, profundizan en diversos aspectos de las costumbres occidentales.
   Montesquieu celebra las reformas que inicia el Duque para convertir la monarquía en constitucional. Cuando estas reformas se truncan y el regente va recortando los poderes del Parlamento, Montesquieu acusa irónicamente su desengaño, hasta el punto de que esta tercera parte correspondiente a la Regencia, se convierte en la crónica de una desilusión. Que se transformará en violenta amargura en las últimas cartas, las que reflejan el fracaso del sistema financiero ideado por Law, el caos económico que produjo y sus secuelas de corrupción.

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