Anónimo, Lazarillo, 9
Tratado cuarto. Cómo Lázaro se asentó con un fraile de la Merced, y de lo que acaeció con él.
Es un tratado breve, lo justo para recordarnos el alejamiento de los religiosos en su época, de sus funciones como tales. Tras en el anterior tratado, librarse de la acción de la justicia gracias a sus vecinas, éstas lo mandan con un fraile de la Merced a la que trataban de "pariente", cuestión que nos hace pensar en la posibilidad de unas relaciones poco apropiadas para un fraile, que en boca de Lázaro es enemigo del coro y de comer en el convento, amigo de negocios ajenos al convento y de mucho visitar. Pero también es el que le regala a Lázaro sus primeros zapatos, que de tanto andar no le duraron ocho días, ni yo pude con su trote durar más. Por eso y otras cosas que calla lo deja.
Tratado quinto. Cómo Lázaro se asentó con un buldero y de las cosas que con él pasó.
Buldero era una actividad profesional que realizaba un funcionario al servicio de la iglesia católica, y que consistía en otorgar bulas a los particulares a cambio de dinero. La bula era un documento con una redacción muy determinada y sello de plomo al que se añade el nombre del beneficiario. En el caso que nos ocupa, eran de asunto religioso; expresan mandatos, condenaciones doctrinales, concesión de beneficios e indulgencias. Éstas últimas alivian algunas consecuencias del pecado, como una reducción del tiempo que un alma debe pasar en el purgatorio, llegando incluso a remitirlo.
En el siglo XVI, los abusos y el tráfico económico al que dieron lugar, constituyeron el primero de los motivos por el que Martín Lutero se enfrentó con la Iglesia Católica. La crítica a la disipación moral de la Iglesia, centrada en el comercio de las bulas, le valió a Lutero ser excomulgado en 1.520, tres años antes había redactado su protesta conocida como de las "noventa y cinco tesis", en la que también cuestionaba el poder y la eficacia de las indulgencias.
Volviendo a Lázaro, nos cuenta el método que emplea el buldero para realizar su labor. Lo primero era visitar a los clérigos de la zona con algunos regalos de poco valor para que animaran a sus feligreses en las misas a comprar sus bulas. Cuando por bien no le tomaban las bulas, buscaba cómo por mal se las tomasen.
Nos relata un primer caso en cierto lugar en que la gente no las compró. Los cita en la iglesia para despedir las bulas, y por la noche, en la taberna abarrotada de vecinos, el buldero tiene un fuerte enfrentamiento con un alguacil al que llama ladrón y aquel a su vez, lo acusa de falsario. Con el escándalo que organizan acude mucha gente para separarlos.
A la mañana siguiente, en la misa de despedida, durante el sermón sigue animando a la gente para que las "tome" y llega el alguacil diciendo que ha sido engañado por el buldero, que es un hombre con una gran maldad y que las bulas son falsas. El buldero le pide a Dios que castigue al alguacil, no por él, que él ya lo ha perdonado sino por el mal que hace a la gente aconsejándoles que no adquieran el bien que él lleva.
El alguacil cae al suelo y comienza a actuar como un poseso. La gente le pide al buldero que interceda por él y accediendo a las súplicas, con gesto teatral, impone una de las bulas sobre la cabeza del alguacil volviendo éste a la normalidad y diciendo que todo había sido culpa del diablo que lo poseía. ¿Resultado?, Y a tomar la bula hubo tanta prisa, que casi ánima viviente en el lugar no quedó sin ella. En principio, en un tiempo tan crédulo con lo sobrenatural, Lázaro lo cree, pero pronto sale de su error, con ver después la risa y burla que mi amo y el alguacil llevaban y hacían del negocio, conocí cómo había sido industriado por el industrioso e inventivo de mi amo.
Nos relatará dos casos más de los engaños del buldero y en el último nos cuenta cómo descubre él mismo el engaño y el buldero que se da cuenta de ello, púsose el dedo en la boca, haciéndome señal que callase, cosa que hace hasta el momento de redacción de esta carta.
El siguiente tratado será breve, una transición para hacer creíble el cambio de fortuna que experimenta Lázaro en el posterior y último tratado de la obra.
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