Plinio el Joven, Epistolario, 3
Plinio estudió primero en Como con un gramático y luego en Roma, donde dio clases de retórica griega con un maestro de Esmirna y latina con el escritor Quintiliano. Él mismo nos da sus nombres en la carta "6,6", osea, del libro sexto, la carta número seis. Aunque el motivo de esta carta no es darnos a conocer sus nombres. Es una carta enviada a un tal Fundano para que apoye junto a él, con su presencia y su voto la candidatura de un brillante orador, Julio Nasón, maestro de su amigo Tácito, a una magistratura. Este asunto que nos puede llamar la atención hoy día, aunque se siga haciendo, era una práctica habitual y pública. Necesito a un aliado de mis deseos, esfuerzos y cuidados. Tiene que competir con muchos rivales, con ciudadanos excelentes, a los que es tan glorioso como difícil superar... He otorgado mi apoyo a un candidato, y es de todos conocido que lo he hecho... En resumen, si se concede a Nasón la magistratura a la que aspira, será un gran honor para él; si se le niega, el fracaso será mío.
Cartas como esta abundan en su Epistolario, tanto si es Plinio quien solicita los favores, como sus respuestas cuando se les solicitan. Así lo vemos en 2,9 en la que el padre del solicitante pertenecía a la orden ecuestre pero no había ejercido ninguna magistratura, por lo que no pertenecía al Senado y por ello acude a Plinio para que lo ayude; también en 2,13; 3,2; 4,4 y 15; 6,9 es en respuesta, un sí, a Tácito que le pide ayuda para un amigo; 7,22; en todas expresa las virtudes de los candidatos, de su familia, del cariño que les une a ellos y su idoneidad para el cargo y su buen uso futuro. Una presentación de los candidatos elogiosa pero creo que sincera por su respeto propio a los cargos y obligaciones que conllevan y su honradez en el ejercicio de los mismos.
Su estreno en la vida pública fue temprana, a los 18 años con la defensa, con éxito, como abogado de un caso ante el tribunal de los "centunviros", tribunal que entendía sobre todo de casos de propiedades y de herencias. En 5,8 leemos comencé a hablar ante los tribunales cuando tenía dieciocho años y sólo ahora finalmente veo qué cualidades debe mostrar el orador. Esto se lo dice en una carta a un amigo que lo anima a escribir historia. Y se sincera sobre sus motivos para escribir y su permanente deseo de gloria que perdure a través de los tiempos, así que se lo está pensando: Muchos me han incitado a ello en repetidas ocasiones, y yo, por mi parte, lo deseo, no porque confíe en que lo haré bien, sino porque me parece especialmente hermoso no permitir que mueran aquellos que son dignos de alcanzar la inmortalidad y contribuir a nuestra gloria al tiempo acrecentamos la de otros. En mi caso, además, nada estimula tanto mi celo como mi anhelo y el deseo de perdurar, dignísima aspiración del ser humano, sobre todo de aquel que no tiene ninguna falta sobre su conciencia y por ello no teme en modo alguno el recuerdo que de él guardará la posteridad.
Un tiempo después, inicia su "cursus honorum", la carrera de los honores, siendo presidente de una de las cuatro secciones en que se dividía ese mismo tribunal.
A continuación es nombrado tribuno militar de una legión en Siria. Estamos ya en los inicios del gobierno de Domiciano. Nos lo dice en la carta 1,10 dirigida a Atio Clemente para hablarle de un filósofo que se encuentra en Roma pero que conoció y trató estando destinado en Siria, Eufrates; tuve ocasión de tratarlo en Siria, cuando serví allí como soldado en mi juventud, y llegué a conocerlo muy bien, siendo con frecuencia invitado a su casa... Su aspecto no es desaliñado ni sombrío (un tópico sobre la imagen de los estoicos), sino de una extraordinaria gravedad... Persigue los vicios, no a los hombres; y no busca castigar a los que yerran, sino corregirlos. Actitud que podremos ver en Plinio a lo largo de su Epistolario.
Comentarios
Publicar un comentario