Plinio el Joven, Epistolario, 10
Aunque Plinio conozca la moral estoica y coincida con algunos de sus preceptos, no vemos en sus cartas gran preocupación ni por la filosofía ni por la religión, se inclina más por la tolerancia y el eclecticismo, características también de la ideología de la Nueva Academia de moda en su tiempo. Nada puede haber más honroso que la tolerancia (8,22). Yo, por mi parte, considero que el mejor hombre, el más justo, es aquel que perdona a los demás como si él mismo todos los días cometiese alguna falta, y que, no obstante, se abstiene de cometerla como si no pudiese perdonar a nadie por ello... mostrémonos implacables con nosotros mismos e indulgentes con todos, incluso con aquellos que no saben perdonar a nadie salvo a sí mismos.
Por lo demás, encontraremos en 2,3 una actitud elogiosa hacia un sofista y en 3,11 el agradecimiento de Plinio a un filósofo por los elogios que le dedica. Hay que decir que Plinio se hizo cargo del pago de sus deudas y que le dio dinero para iniciar una nueva vida fuera de Italia; viaje obligado porque hacia el año 93, fueron expulsados todos los filósofos que se encontraban en la península por un decreto del emperador Domiciano; éste veía en los senadores partidarios de algunas corrientes filosóficas como el estoicismo y el cinismo, un grupo de oposición al poder imperial y apoyo a una mayor intervención del Senado en los asuntos públicos. De ahí que optase por la expulsión de todos los filósofos por razones políticas. También la carta es una rehabilitación de la imagen del autor que inicia su carrera con un emperador asesinado y caído en desgracia con el que conviene guardar las distancias.
Plinio ve sus ocupaciones al servicio del estado como una parte más de la filosofía, sin duda la más hermosa de todas, ejercer un cargo público, instruir y juzgar procesos, mostrar lo que es justo y hacer que se cumpla (1,10).
Nuestro autor, en lo ideológico, acepta la legitimidad del emperador, la nostalgia de la República no deja de ser un tópico literario para realzar la historia de Roma y a los hombres ilustres de su pasado; es partidario sobre todo de Trajano en quien encuentra reflejados todos los valores de la tradición romana; como en 6,22 donde lo alaba por su "comportamiento admirable" en un juicio; en otro Consejo celebrado en Centum Cellae se pregunta (6,31): ¿Qué puede ser más grato, en efecto, que observar de cerca la justicia del Príncipe, su gravedad y su afabilidad, y en un lugar retirado, además, donde todas estas cualidades se ponen especialmente de manifiesto? Hasta aquí los miembros del Consejo privado del emperador eran elegidos entre los senadores que se consideraban más aptos para las materias que debían tratarse. A partir de su sucesor Adriano, el Consejo comenzó a contar con miembros permanentes. Por todo esto no nos debe de extrañar la carta 8,4 enviada a su amigo Caninio animándole en su idea de relatar la historia de la guerra de Dacia, guerra en la que Trajano es el protagonista y vencedor de la misma. Relato que podemos ver en imágenes en la llamada Columna de Trajano, en Roma, y que narra las dos guerras que sostuvo contra los dacios.
Sin olvidar en este punto las felicitaciones oficiales al emperador del libro décimo por su nombramiento en el cargo (cartas 1, 52 y 102), por su victoria sobre los dacios (carta 14), votos por el nuevo año (carta 35), que se celebraba el tres de enero y se hacían ofrendas a los dioses en todo el Imperio por la prosperidad del emperador y su salud, los votos se hacían por escrito y se guardaban sellados hasta su apertura que se realizaba al año siguiente; también por el cumpleaños de Trajano (carta 88 y 100), Mi señor, te deseo que con la mayor felicidad celebres este y muchos otros cumpleaños, y así, lleno de salud y de vigor, acrecentarás sin cesar con nuevas empresas la gloria de tus méritos, que ya florece con un elogio inmortal. Cartas que eran respondidas por el emperador, más bien por los libertos por la utilización de fórmulas y la semejanza de las mismas.
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