Plinio el Joven, Epistolario, 9
A pesar de todo lo dicho, no pierde oportunidad para ver la parte amable de las cosas y sobre la condición de los enfermos, en la carta 7,26 nos hace la siguiente reflexión: Recientemente, el estado de extrema debilidad en el que se haya uno de mis amigos, me ha hecho pensar en lo excelente que somos cuando estamos enfermos, ¿ a qué enfermo lo atormentan la codicia, la ambición o la lujuria? ... En ese momento, recuerda que hay dioses y que él es mortal... Así pues, lo que los filósofos intentan enseñarnos con muchas palabras e incluso con muchos tratados, puedo resumirlo para ti y para mí en este breve precepto: esforcémonos por ser, estando sanos, tal y como reconocemos que seremos cuando caigamos enfermos.
A petición de Tácito, en la carta 6,16, relata la muerte de su tío, Plinio el Viejo, durante la erupción del Vesubio del año 79. Me ruegas que te relate la muerte de mi tío materno a fin de que de ese modo puedas transmitirla con mayor fidelidad a los siglos venideros. Posiblemente en su libro llamado "Historias", del que sólo nos ha llegado una pequeña parte (años 69 y 70). Se hallaban en ese momento en Miseno, a 32 kilómetros del Vesubio. El noveno día antes de las calendas de septiembre, alrededor de la hora séptima (hacia la una de la tarde del 24 de agosto del 79), mi madre le señala la aparición de una nube de un tamaño y un aspecto inusitado... tras elevarse sobre una suerte de tronco larguísimo, en su parte superior se expandía como si fuesen ramas. Su tío se embarca para observarla más de cerca y para evacuar a la gente cercana a la nube. Conforme se acercan, caen rocas volcánicas y no pueden acercarse a la costa porque ya el fondo del mar, que se había levantado, y el desmoronamiento de la montaña les impedían llegar hasta la costa. Desembarca en otro lugar cercano, Estabias, algunos autores piensan que por una indisposición de tipo cardíaco, y aquí comienza uno de los tópicos sobre la muerte de los personajes ilustres, en su última noche, los héroes hacen su vida normal, se bañan, cenan y duermen tranquilamente. Entre los temblores y la ceniza que caía, llegó a alcanzar los dos metros y medio, salen a campo abierto. Ya había amanecido un nuevo día en otras regiones, pero allí persistía una noche más oscura y más impenetrable que cualquier noche que se pueda imaginar. No pueden salir en barco por los vientos y se quedan en la playa, sus acompañantes huyen y lo dejan allí, será encontrado muerto dos días después. Hay muchas interpretaciones de estos pasajes, a mí me parece que con su obesidad y un asma cardíaca, la rareza y peligrosidad de los sucesos que se iban desarrollando junto al esfuerzo de la navegación, hace verosímil que sufriera algún tipo de crisis cardíaca, de ahí la pasividad y la calma con que actúa en todo momento. Debilidad que nuestro autor no quiere que se conozca. Es improbable que a un prefecto le abandonen a su suerte en una playa, a no ser que lo hubiesen ya dado por muerto. Su cuerpo fue encontrado en perfecto estado, sin una sola herida (hubo rumores de que lo habían asesinado sus esclavos) y con su misma ropa. Parecía más un hombre dormido que uno muerto. Todo lo cual hace difícil que muriese de asfixia por los gases del volcán o la ceniza como sugiere su sobrino, ya que eso hubiese provocado una terrible agonía.
La carta 6,20 está dirigida también a su amigo Tácito que muestra interés por conocer como lo vivió él. "Aunque mi corazón se estremece al recordarlo... Comenzaré", palabras de Eneas a Dido cuando comienza a relatar la caída de Troya para evocar la última noche en Miseno donde de encontraba. Durante muchos días habíamos padecido temblores de tierra... aquella noche éstos alcanzaron tal magnitud que todos los edificios parecían no ya moverse sino venirse abajo. Por prudencia salen al patio y a primera hora, con escasa visibilidad, como si la luz del sol hubiese perdido su fuerza, ven los daños a su alrededor y deciden salir de la ciudad junto a la gente que huye en ese momento. Paran en un promontorio ya sin construcciones donde los vehículos que habíamos ordenado traer con nosotros se movían de un lado a otro... veíamos que el mar se retiraba, la costa había ganado terreno al mar... una nube negra y horrenda era atravesada por los sinuosos y agitados movimientos que seguía el soplo del fuego... No mucho después, la nube desciende sobre los campos y cubre el mar... Continúan alejándose a pie y comienza a caer ceniza y una espesa sombra se echa sobre ellos: su negrura no era como las noches sin luna, sino como la de un lugar cerrado una vez apagadas todas las lámparas. Surge una pequeña claridad por el fuego que se acerca, aunque éste se detiene dando paso de nuevo a la oscuridad y de nuevo les cae una ceniza densa que nos dice tienen que quitarse de encima para no ser cubiertos por ella, creí que iba a desaparecer junto con el mundo, y que el mundo iba a desaparecer conmigo. Poco a poco se aclara el día y con un sol pálido y un paisaje cubierto con una ceniza blanca, regresan a la casa a esperar noticias de su tío. Una situación terrible que no podemos imaginar y a la que habría que añadir la idea estoica, conocida por la mayoría, de que el mundo desaparecería como consecuencia de una catástrofe natural en la que se mezclarían la noche eterna, la lluvia y el fuego.
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