Plinio el Joven, Epistolario, 12
Pero a quien más va a atacar en su obra es a un tal Régulo, Marco Aquilio Régulo, abogado como Plinio y con el que tuvo que compartir alguna defensa, tal como nos lo cuenta en 1,20 con motivo de darnos a conocer su opinión sobre los discursos en estos casos, que para él, no podía ser de otra manera, deben de ser largos. Este Régulo había sido informador y delator en los últimos (y peores) años de Nerón y en los tiempos de Domiciano, osea, un agente pagado por los emperadores para acusar con cualquier pretexto a los que se quería castigar, normalmente con la pena de muerte o el exilio, éste conllevaba la incautación de todos sus bienes, a los opositores al régimen. ¿Has conocido a alguien más cobarde o más rastrero tras la muerte de Domiciano que M. Régulo? No fueron peores sus infamias durante los años de aquél que en época de Nerón. Las cometió únicamente con mayor sigilo (1,5). Carta que nos relata su enemistad y los intentos de Régulo de congraciarse con Plinio tras su enfrentamiento en el juicio a la esposa de un exiliado por aquél y a la que Plinio defendía; cuestión no menor porque manifestarse en contra de un poderoso podía costar la vida, aunque sea como abogado.
En 2,20 Plinio le acusará de manipular los testamentos; en 4,2 Régulo acaba de perder a su hijo, único mal que creo que él no merecía, aunque no se si él mismo considera esta pérdida un mal, nos cuenta que renunció a la patria potestad para que su hijo pudiera heredar la fortuna de su madre, probablemente por alguna disposición legal de ella para que la herencia no tuviera que pasar por las manos de su esposo, y a continuación convencerlo para que lo incluyese a él en el testamento. En la carta 6,2 nos comunica la muerte de Régulo y da pie a que se queje y compare a los abogados de "hoy" con los antiguos, los abogados prefieren haber acabado ya de hablar antes que tener que hablar, y el tribunal prefiere poner fin cuanto antes al proceso a tener que juzgar la causa con el debido celo. Todo porque se instauró que en los procesos civiles, las partes pudieran negociar la duración de los discursos, tiempo que se medía con clepsidras, y se llegaba a solicitar hasta media de ellas (cuatro representa aproximadamente una hora). En las causas criminales, la acusación disponía de seis horas y la defensa de nueve.
Pero no son estos asuntos los que centran su atención y acierta con ello ya que uno de los mayores atractivos de su obra es la humanidad que transmiten. Plinio cumple fielmente con lo que se conocía como "humanitas" , es decir, una serie de cualidades que unidas a la filantropía (amor a lo que nos hace humanos) y a la educación, conformaba el código de conducta romano ideal no escrito y más tradicional. Esto que ya hemos podido observar en sus cartas, lo define en 9,5 con los consejos que da a un amigo gobernador de una provincia (Bética, de la que Plinio era patrono): Ésta consiste principalmente en mostrar afecto por todas las gentes de bien y en hacerse amar por las gentes humildes de un modo tal que ello no impida ser apreciado, al mismo tiempo, por los notables. Pero como hijo y aristócrata de su tiempo: Si estas diferencias se confunden, se trastornan y se entremezclan, nada hay más desigual que la propia igualdad que de ello resulta.
Y así lo podemos ver agradeciendo a su suegra el trato dispensado en una de sus fincas (1,4), existe incluso una diferencia a tu favor, que tus sirvientes me acogen con más atención e interés que los míos. Pero también (5,2) por los tordos que le ha regalado un amigo, desde el Laurentino no puedo poner, a mi vez, en mi platillo de la balanza un presente que valga tanto como ellos, lo dice quien en 1,19 le ha regalado a otro amigo los 300.000 sestercios que le faltaban para ser nombrado caballero, recibirás una carta que no lleva regalo alguno y que reconoce sinceramente que es una ingrata. También le da las gracias a un administrador de sus fincas por hacerse cargo de la que le regaló a su nodriza (por el precio se calcula que tendría entre diez y doce hectáreas), para que ésta pudiese dejar de trabajar con los pequeños ingresos que le reportaran (6,3); te ruego tan sólo que tengas presente que no te he confiado unos cuantos árboles y una extensión de tierra, aunque también, sino un modesto regalo mío. Que éste de el mayor fruto posible no interesa más que a ella que lo recibió, que a mí, que lo entregué. Y se lo agradece de veras porque representa un gran honor estar entre los destinatarios de sus cartas.
No sólo es agradecido, también se implica en cosas (curiosas) que le piden. En 1,14 acepta buscar un marido para la sobrina de un amigo cuyo padre había fallecido, le da el nombre y hace una descripción del mismo destacando su idoneidad por ello para lo que le pide. La carta no tiene desperdicio. En 1,24 dirigida a un tal Bebio, con motivo del interés de un amigo por comprar una finca de un amigo de éste, le pide que interceda para que sea por un precio justo, una mala compra siempre resulta poco grata, y en especial, porque parece que echa en cara a su dueño su necedad.
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